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Han pasado casi treinta años de las bombas de Capaci y Via D'Amelio, casi veinte de la Convención de la ONU contra la Delincuencia Organizada Transnacional y nuestros políticos, siempre rápidos por abordar temas electoralmente viables para el debate público, han degradado el crimen organizado a un tema secundario en sus comicios desde hace ya un tiempo. Los argumentos sobre la criminalidad organizada y la planificación de una estrategia para contrarrestarlo, por más que puedan (o mejor, tengan que) ser temas urgentes de discusión, no logran captar el interés colectivo, tanto a nivel institucional como en los medios sociales. Mafia y antimafia, aparentemente, ya no interesan más.


¿Sigue siendo útil y funcional entonces discutir estos temas? SÍ, POR SUPUESTO!


La razón detrás de esa respuesta reside en la posición central que las mafias internacionales, y no solo las italianas como se supone erróneamente, todavía cubren el tablero de ajedrez del mundo globalizado: una tarea fundamental y muy activa, aunque no evidente, que permite a sus actores contar con oficios y ganancias para competir con muchas economías nacionales de todo el mundo.


La globalización, con su avance tecnológico y la apertura de los mercados, sirvió como acelerador del crecimiento de las principales organizaciones criminales. Por lo tanto, lejos de ser derrotadas por el progreso -como alguna vez se logró teorizar- las mafias han aprovechado totalmente los cambios de las últimas tres décadas, manteniendo y fortaleciendo su papel hegemónico dentro del ecosistema criminal.


La situación es clara: las mafias siguen siendo las reinas indiscutibles del crimen global. Verdaderos poderes económico-políticos capaces de influir en todos los aspectos de nuestras vidas, captando votos y capitales, acallando y cerrando indagaciones. Todo eso en un silencio general culpable, ensordecedor.


“HABLEN DE MAFIA. HABLEN EN LA RADIO, EN TELEVISIÓN, EN LOS DIARIOS. PERO POR LO MENOS HÁBLENLO.”


Este es el sincero llamamiento que Paolo Borsellino intentó hacer en una de sus últimas entrevistas antes de los trágicos eventos del 19 de julio de 1992. Una petición que permaneció olvidada por demasiado tiempo y que “The Pitch” quiere tratar de reanudar con cada medio a su disposición, para devolver la atención que merece a un fenómeno que muchas veces se enfrenta con superficialidad, relegado a las páginas aisladas de una historia presentada erróneamente como distante, casi abstracta. Una historia útil para recordar en ocasión de esta o aquella muerte, para vender copias o para almacenar clics.


Es necesario enfatizar, en cambio, la urgencia / emergencia actual del problema de la mafia, tratando de presentar al lector a través de narraciones puntuales de eventos y datos, la (omni)presencia del fenómeno en sus vidas, sin siquiera darse cuenta. Por estas razones es urgente volver a hablar hoy de las mafias, de su peculiar naturaleza multifacética, del peligro que representan a diario, de mantener viva la atención y encender la lucha contra ellas. Si esto interesa o no, es irrelevante.


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